Palabra de Mujer - Entrega Nº 02 - Año: 05/2015

Que la palabra nos quede por siempre II, por la Prof . Liliana Maurilli

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23/04/2015 | 11:10

Buceando en aquellas lecturas que me permitan abrir el pensamiento para dar continuidad a esta temática de la palabra, tan importante desde un punto de vista personal, me encuentro con este escritor tan poco difundido y nada conocido por mí que me ayuda a pensar y a profundizar la mirada acerca de este tema. Flavia Costa en la Revista Ñ lo describe de esta manera: “Es inglés, nacido en 1926, ha sido pintor hasta los 30 y hace más de 30 años eligió vivir en los Alpes franceses. Es, y él lo sabe, uno de los escritores más importantes de la actualidad. Un crítico feroz de la globalización y su doble industria de ambiciosos y desamparados, y a la vez un narrador que con los materiales de la realidad social ha creado una literatura impecable”. En tiempos cuando el descrédito de la palabra es enorme, cuando los medios, la mayor parte del tiempo transmiten confusión, a veces, hasta mentiras, cuando el mundo se hace cada vez menos tolerable habitarlo, cuando el poder de los que gobiernan se vuelve cada vez más sordo y esto hace que la presencia de los terroristas sea cada vez mayor y marquen su presencia a través de asesinatos filmados que circulan por la web, a través de bombas que estallan y hacen que miles de víctimas inocentes pierdan su vida, por medio de secuestros que están a la orden del día, no parecen ser las palabras las capaces de cambiar el rumbo de las cosas, sin embargo siguen siendo ellas las que nos llevan a confesar muchas veces la impotencia que se siente, la rabia, la indignación, la resistencia que se crea para hacer habitable el lugar. Con ellas nombramos, decimos nuestro pensamiento, nuestras ilusiones, nuestras fantasías, porque por lo menos, para aquellos que no encuentran otro recurso el decir y el abrirse a la palabra, la que nombra verdaderamente, ayuda a formar un juicio; juicio al que los poderosos u oportunistas de turno suelen desacreditar y juzgan a aquél que puede ir modificando su modo de ver la realidad ya sea porque no se cumplieron con promesas hechas en otros tiempos, o porque no se acuerda con los discursos en tonos elevados que quieren mostrar una realidad que no existe, o, porque como dice Eduardo Galeano hablan de los pobres y sus necesidades viviendo ostentosamente, o, porque en tiempos de campañas saturan los medios con imágenes al lado de quienes solamente comparten ese momento para cautivarlos y ganar un voto más, o, porque la corrupción y la hipocresía es tan grande que da asco, o… cubro a la palabra de optimismo para que a través de aquellos que ayudan a pensar formen corrientes de palabras creíbles, que hagan realidades posibles y recupero entonces el decir y la presencia de este escritor inglés, John Berger .

El tercer capítulo de La palabra al desnudo” de Sergio Sinay se titula “No usarás las palabras en vano”. Como un mandato que responsabiliza a quien empieza a leer acercándolo a través de un tú y de una palabra tan llena en su significado como lo es la expresión “en vano”, expresión que significa inútilmente, sin que valga la pena, la palabra también se hace fuerte para que esa corriente de palabras sea cada vez más potente, para que la relación entre palabra y realidad se estreche y sea una sola voz creíble. Y suena fuerte entonces la voz del irlandés con este cuento que dice así: ”Una vez tuve un sueño. En el país de mi sueño se había aprobado un decreto que todo el mundo aceptaba: según el decreto, cada palabra, hablada o pensada, tenía que ser canjeada por lo que significaba (…) En aquel país si alguien pensaba en un árbol, el árbol tenía que aparecer y estar allí. Al pensar árbol, el árbol se hacía presente. Al pensar mañana, la mañana era…Según el nuevo decreto las palabras no podían existir sin apoyo: había guardianes de su significado… Cuando alguien pensaba cavar, se ejecutaba la acción. Si una persona añadía tristemente, sobrevenía la tristeza y era tan inconfundible como la sal en los labios. Todo el mundo respetó el decreto durante mucho tiempo..Y como resultado de ello hubo una gran claridad. Se produjo, naturalmente, tal vez alguna estrechez porque el espacio se llenaba con todo lo que la palabra significaba, no con una mera interpretación acomodaticia. No se daba la confusión de antaño pero sí una cierta saturación. Poco a poco, sin embargo, la gente empezó a preguntarse qué pasaría si las palabras sólo cobraban valor mediante su significado sin necesidad de formularlas. ¿Podía seguir manteniéndose aquella claridad en la expresión? Con esto la gente hizo un descubrimiento inimaginable antes: como resultado de la aplicación del decreto durante tanto tiempo todo lo que existía era tan elocuente como la palabra que lo nombraba, como la palabra que lo pensaba. Al cabo pues la gente se sintió en un universo previamente hablado en el que ya no eran necesarias las palabras.” Todo lo dicho existía a tal punto que el mundo empezó a estar abarrotado y comenzó a faltar el espacio pero, dice Sinay como las palabras ya habían probado su poder empezaron a callarse, eran ellas mismas la garantía de la existencia del universo.

Creo que hay que considerar algunas cuestiones. En primer lugar es necesario no pronunciar las palabras en vano, no pronunciarlas inútilmente ni desvirtuar su contenido, no gastarlas en su significado y en segundo lugar, pensar que si bien la palabra merece ser creíble hay que reflexionar acerca de que las palabras nunca son transparentes, por eso hay que estar muy atentos a lo que se dice, a la intención que subyace en lo dicho, a lo no dicho, a lo que se calla. Berger nos dice que ningún escrito puede ser creíble a menos que esté dotado de conciencia política y de principios. Y en sus propias palabras, es necesario, por lo menos hacer el esfuerzo de usar las palabras limpiamente, y, si es posible ¡limpiar las palabras que han sido ensuciadas por tanto abuso! La lucha es también por la hospitalidad, porque para ser hospitalario, si no se tiene mucho, se requiere trabajo y sacrificio. Y si existe tal cosa como la hospitalidad en la escritura, ésta es lograr que el lector, él o ella, considere su propia experiencia y llegue a sentirse en casa en lo que está leyendo.

En tiempos donde la palabra se vacía de significado y donde el ser humano es apenas un medio, en un mundo donde la fugacidad, la pereza mental, la superficialidad se imponen, las palabras también se desvalorizan y dejan de transportar ideas, pensamientos , emociones si no se establece un verdadero encuentro entre el yo y el tú, no un tú que sea arrastrado como animales al matadero, un verdadero puente que permita honrar la palabra, no porque existe la firma en un papel sino porque existe la responsabilidad de cumplir porque así se ha prometido y porque en el interior de cada uno, cada uno sabe lo que ha prometido.

Si la palabra nos hace humanos porque expresa lo que pensamos, qué sucede cuando no usamos las palabras, cuando los jóvenes usan aproximadamente 240 palabras de 283000 que se registran en el Diccionario de la Real Academia Española, cuando un ciudadano promedio no utiliza más de 1000 y sólo los que acrecientan o intentan desarrollar el vocabulario alcanzan los 5000. Uno podría pensar que el pensamiento se encorseta, se debilita, se enferma. Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua informa que solamente usamos el 0,10 por ciento de las posibilidades del idioma. Con este panorama, nos espera un empobrecimiento paulatino del intelecto porque pensamos con palabras, gracias a ellas miramos la realidad y la nombramos, al no tenerlas se empequeñece, se pauperiza nuestro pensamiento y nuestra mirada en torno a la realidad.

Pensaba también en la relación que se establece con la libertad porque si la palabra ordena el pensamiento y permite que nos expresemos de una manera clara que sostenga nuestras posturas con ideas, argumentos, relatos para transmitir a los demás con la mayor claridad para que el otro se sienta hospitalario en ese texto, qué sucede cuando no puedo lograrlo porque no tengo las palabras para hacerlo. La libertad de expresión no significa solamente que se nos prohíba o se nos permita decir lo que tenemos para decir sino cómo lo decimos y con qué herramientas para no ser esclavos de nuestras propias palabras.

Es necesario pensar estos temas y aunque parezcan recurrentes merecen ser profundizados porque desdeñar, desestimar la palabra, despreocuparse de ella es quedar incomunicados y más allá de eso dice Sergio Sinay se pierde una poderosa herramienta terapéutica, afectiva, vincular y creativa.

Para terminar, un pensamiento que viene de la mano de la obra póstuma de Pablo Neruda quien honró y enalteció la palabra: Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.

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