Palabra de Mujer - Entrega Nº 05 - Año 05/2015

Te doy mis ojos, por la Prof. Liliana Maurilli

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21/05/2015 | 09:05

Monterroso, escritor guatemalteco dijo: «La vida es como un árbol frondoso que con sólo ser sacudido deja caer los asuntos a montones; pero uno puede apenas recoger y convertir en arte unos cuantos, los que verdaderamente lo conmueven…” me pareció una frase seductora para pensar la relación vida y literatura, para pensar que la ficción otorgada desde la palabra nos llevan a los lectores también a recoger en ese mundo ofrecido por el escritor aquellas temáticas que conmueven. Y cuando una habla de conmoción hace referencia a aquella situación que la moviliza de tal manera que hace que su pensamiento, su accionar, sus sentimientos se activen para interiorizarse acerca de esa situación en particular. En la obra de Juana Salabert “Amigas de verano” el hecho que me moviliza como lectora además de pensar la relación de amistad entre las mujeres es reflexionar acerca de cómo aparece la violencia de género en el relato y pensarla también desde la vida, desde la existencia cotidiana. El acto violento llega a través del discurso de una persona mayor, la tía, quien pone en conocimiento de quien narra, que su amiga, ésa con quien compartió no solamente los veranos sino las verdades que sus padres disfrazaban hacia afuera, esa niña con quien se había prometido estar siempre, no separarse nunca, aquella que había hecho realidad su sueño de conocer Madrid estaba muerta, asesinada por su pareja actual delante de los niños que asistían a la escuela entre quienes se encontraba su hijo.

Y entiendo entonces que esta joya de la literatura me lleva irremediablemente a dar luz al lugar de la violencia en la vida de la mujer, si la pensamos desde el texto, por otra parte creo que la violencia está instalándose como una forma de ser de una determinada parte de la sociedad. Me preguntaba mientras leía, cómo se la sostiene, quién le da entrada, cómo se habilita su presencia. Una puede observar que la violencia es un problema que se ha generalizado de tal manera que hoy asistimos a espectáculos que, en otro tiempo eran de entretenimiento y hoy se han transformado en un espacio de peligro, se va generalizando de tal manera que no solamente irrumpe en el fútbol sino en la calle, en el trabajo y lo que es un llamado de atención es que entra también en aquellos lugares que consideramos seguros como son el hogar, la familia y la escuela

La violencia basada en el género o la violencia contra las mujeres puede adoptar muchas formas, entre las que se destacan la violencia doméstica, la relación sexual forzada y otras formas de violencia sexual, el tráfico de mujeres y otras maneras específicas de determinados países, como las muertes relacionadas con la dote, la mutilación de los genitales femeninos y otras prácticas tradicionales peligrosas. En este momento, mientras escribo, es noticia el caso de la mujer turca que fue baleada en la cabeza por desobedecer la orden familiar de no presentarse a cantar en un concurso. Por otra parte las estadísticas nos hablan de que treinta mujeres cada 24 horas son objeto de violencia .

Eva Giberti, responsable del Programa “Las víctimas contra la violencia “ nos dice que si bien se ha mejorado la toma de conciencia sobre la violencia, al mismo tiempo aumentaron las muertes de mujeres y cada vez con mayor crueldad. Entiendo después de leer, de escuchar a especialistas y a las mismas protagonistas que se trata de un problema complejo, que existen factores variados que ubican a la mujer ante este riesgo de sufrir actos violentos: normas sociales y culturales que perpetúan, eternizan la desigualdad entre las mujeres y los hombres y muchas incluso favorecen la discriminación contra la mujer

Me preguntaba, en el caso particular de la violencia de género hacia la mujer qué es lo que mantiene a esas mujeres aferradas a la violencia que ejerce el otro a pesar del daño permanente que sienten en sus vidas. Leyendo y escuchando experiencias de quienes lamentablemente participan de estas situaciones encuentro entre otras causas la respuesta, es el miedo:… ”No recuerdo exactamente cuál fue el detonante en mí para hacer por fin la denuncia a mi ex marido. Tal vez verme en medio de la noche, muerta de miedo, con mi nene de cinco años de la mano corriendo a refugiarme en la casa de una amiga; o tener el 911 marcado en el teléfono en una mano y con la otra hacer el bolso para sacar un mínimo de ropa y remedios de los nenes para volver a salir huyendo de mi casa. O sólo sentir miedo, el más terrible de los miedos por mi vida y la de mis hijos…” Y después de eso lo que continúa es un sinfín de procedimientos que en muchos casos terminan beneficiando al agresor. Sin embargo, a pesar de esas cuestiones las mujeres deben atreverse a denunciar la sensación de desamparo a las que muchas veces son sometidas por los mecanismos judiciales.

Hoy se ha avanzado al visibilizar la problemática, al ser tratada desde los medios para generar conciencia, debiera también ser motivo de trabajo en instituciones de otra índole: iglesias, escuelas ONG, que seguramente existen y son de gran ayuda para ofrecer información.

También entiendo que la palabra puede ir generando cambios en las actitudes evitando un uso sexista de la lengua. Dice Ofelia Kovacci que cuando utilizamos el plural masculino para comprender al masculino y femenino estamos desvalorizando al género femenino, cuando hacemos referencia al hombre desde el campo de la filosofía debiéramos decir la humanidad, dice la Unesco desde un folletín de recomendaciones. Cuando las Naciones Unidas han proclamado los Derechos del Niño debieran haber dicho, Los derechos de la infancia para que el género femenino no quede excluido. La vigésima segunda edición del Diccionario de la RAE hace referencia ya a algunos cambios. Hoy existen juezas, ministras, presidentas, jefas, gerentas, fiscalas, árbitras, notarias. La cuestión de género es una construcción cultural, un modo de crear una realidad y un modo de percibir el mundo. Si la mujer culturalmente fue caracterizada como débil, inferior se supone que nunca podríamos escapar de este destino porque habría sido impuesto por el mandato de la naturaleza y lo que debiéramos pensar es que la naturaleza sólo marca la anatomía no el modo de ser de un sujeto.

Es necesario pensar y el campo de la literatura lo permite como esta obra de Juana Salabert, se hace imperioso hablar acerca de estas cuestiones, que nada es natural ni privado ni inevitable cuando se habla de violencia de género, nadie debe ejercer poder sobre otro, este tipo de acciones no deben legitimarse ni naturalizarse. Como sociedad todos debemos comprometernos para erradicar esta concepción.

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